domingo, 8 de julio de 2012

La conciencia tambien se educa





La conciencia tambien se educa.
Carta abierta a la dirección
 
Hace unos dias hablé con una persona que forma parte de la dirección de la residencia en la que estoy.  Esta persona decía que no tenía mala conciencia, ni por haber hecho daño con su forma de actuar ni de pensar.
                En nuestras vidas ocurren o se presentan, a cada instante, muchas cosas que no encajan en nuestra forma de ser y de pensar. Esto es muy evidente con la avaricía de los bancos y con la actitud de los gobiernos, con sus recortes que amenazan la sanidad, la enseñanza, la cultura y amplios sectores de la población.
                En la mayoría de las oportunidades no sabemos qué hacer con ellas y cómo adaptarlas a nuestra forma de hacer y pensar. Es decir, de encajarlas a nuestra propia realidad. Es aquí donde comienza todo un trajinar de emociones y sentimientos encontrados, que nos envuelven de una forma tan irreverente que –en lugar de llevarnos o conducirnos a la reflexión sana (que produce un despertar de la conciencia) y bien canalizada— que nos conduce a la desesperación y a la visualización de caminos errados.
                En una dirección de una residencisa, esto significa crear más tension entre residentes y dirigentes, de los cuales quizá más tarde aprendamos que, ese camino fue en verdad muy errado. Pero tal vez, cuande llegue este momento, ya sea tarde y no podamos volver atrás (o nos cueste mucho hacerlo).
                En un principio, nosotros confiabamos en la humildad y el diálogo de nuestros oponentes, como cabía esperar de personas que hacen de la fe cristiana su seña de identidad. Pero en vez del diálogo se escogió la confrontación, la amenaza y la mentira. Esto produce heridas en el ánimo de quienes se enfrentan, tanto de un lado como del otro.
                Es preciso que ante un evento o momento inesperado, o tal vez demasiado pensado, seamos lo suficientemente reflexivos y maduros para dar paso a la posibilidad de segundas oportunidades que, muy seguramente conformarán un cúmulo de buenas «decisiones», las cuales más adelante nos permitan vivir realmente felices y confiados de que hemos seguido la senda correcta en un sentido u otro.
                No echemos por la borda una vida que nos ha tocado vivir, como todo lo que nos corresponde como seres humanos en este paraíso –o infierno— terrenal. Pongamos en una balanza los pros y los contras de las relaciones de vida que hemos vivido y las que actualmente vivimos. Sopesemos razones y causas por las cuales debemos mantener o acabar con tal relación.
                Es importante que pisemos muy firme el terreno de las decisiones, ya que éstas –de acuerdo con nuestro nivel de comprensión, amor, control emocional y aceptación—, nos darán las pautas a seguir en un futuro que se construye día a día.
                Activar la conciencia, significa tener humildad, sensantez, sentido comun, madurez emocional; y ésta, debe ser lo más consciente y segura posible, para no caer en un mar de confusiones que puedan, a su vez, hacernos caer en un abismo tan profundo que muy posiblemente pudimos evitar.
                A veces, son tantas las confusiones, rabias, odios y conflictos internos, que nos agobian de tal manera, que todo el panorama se obscurece ante nosotros y nos cegamos a tal punto que, percibimos como la mejor decisión a tomar la más inmediata que tenemos frente a nosotros, sin dar treguas a la conversación y a la reflexión.
                Señores y señoras de la dirección de la residencia: están ustedes tratando con personas que se han quejado del enrarecimiento de las relaciones de convivencia y para las que todo esta prohibido. Quejarse es visto como una  agresion a la institucion,  no existe el derecho a ser informado, a expresarse a decidir, etcétera.
                Por todo esto, después de pasar por malos ratos o conflictos, es necesario sentarse a llorar, si hay que llorar; rabiar, si hay que rabiar. Aunque, luego, es trascendental verificar que todo cuanto ocurre sea real y no traiga consecuencias indeseadas para nuestra vida, ahora o más adelante.
                Si hay capítulos o ciclos por cerrar, simplemente hay que cerrarlos (y rápido, por bien de los residentes). Aunque nunca bajo el influjo de la soberbia y el orgullo. Hay que aprender con humildad que hay etapas que se hace necesario concluir, no por la fuerza y el poder, sino desde el sevicio a los demás. Esperando que ésta sea una etapa concluida, un ciclo cerrado, para mirar hacia adelante, para ver un porvenir de justicia y tranquilidad en la residencia.

Jesús Córdoba García
Humillados y ofendidos (Diversidad Funcional)
 





1 comentario:

  1. El mejor comentario para esta "carta abierta" es precisamente "sin comentarios". Aportas suficientes elementos para un ensayo sobre lo que ha sido, hasta ahora, la filosofía institucional de atención a la discapacidad. Por ejemplo, la activación de la conciencia: cuando se ingresa en un servicio residencial, no es improbable que se padezca una "desactivación de la conciencia", dado que las residencias son unidades de convivencia forzada, una clase de lugar en el que sabemos que a nadie le gustaría vivir de no tener un determinado grado de dependencia funcional. Mi experiencia como cuidador, de ya casi veinte años, lo que me confirma es que esa desactivación acaba siendo aprovechada, por los diversos profesionales, para establecer una cómoda relación de poder sobre el residente, como si fuera un niño -pero siempre culpable- o un adolescente, un rebelde sin causa. De esta forma, a los profesionales de los servicios residenciales, a quienes cabría suponer una activación de su conciencia previa a cualquier clase de conflictividad, se les acaba por desactivar la suya, de tal forma que ellos mismos acaban promoviendo la conflictividad: parece que son incapaces de reconocer que a ellos tampoco les gustan los servicios residenciales.

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